Presentamos un artículo escrito por Sara Encinas, quien es coach ontológica y asesora de la Dirección Regional de Educación. Ella, escribió este artículo a partir de su participación en talleres con madres y padres de familia de Independencia y Comas en el marco del proyecto Una vida libre de Violencia en Adolescentes escolares de Lima Metropolitana.
Por: Sara Encinas
Coach ontológica y asesora de la Dirección Regional de Educación.
Miguel de 15 años tiene una enamorada mayor que él, la conoció a través del internet, nunca la ha llevado a casa de sus padres.
Marina, tiene una hija de 13 años, quien de pronto empezó arreglarse como una chica más grande. Su mamá empezó a sospechar que algo no estaba bien, hasta que una vecina le comentó haberla visto con un joven que no era del barrio; también esta relación surgió en las redes. Cada vez que la madre de Evelyn (14 años) la castiga, le quita el celular, así es como se dan serias discusiones entre las dos, donde Evelyn exige a la mamá que le devuelva el celular o saldrá a trabajar para comprarse uno, así no se lo podrán quitar.
La tecnología ha invadido no sólo el mercado nacional, también los hogares sin importar el nivel socio-económico. Los jóvenes de todos los lugares acceden a celulares, computadoras o tablets para chatear y estar en las redes. El INEI (2014) señala a la población joven o adolescente como el principal usuario de Internet. En Lima Metropolitana el acceso llega al 47.1% de los hogares y el 51.9% tiene una computadora en casa. La mayoría utiliza el Internet para obtener información y un mínimo porcentaje para educación formal y actividades de capacitación.
El acceso a las TIC no es ajeno a los adolescentes de los estratos bajos y hay una brecha entre padres e hijos; sobretodo, entre aquellos que desconocen cómo acceder a la nueva tecnología, algo que para muchos padres con escasa educación, resulta ajeno. Lo cierto es que las investigaciones señalan que el Internet, y en específico el uso de las redes, favorece la exposición de los adolescentes más vulnerables a la violencia, la pornografía, y a establecer relaciones con extraños, además de otras conductas como el Cyberbullyng, o el Grooming. Se ubica de manera preferente en escenarios donde (i) los padres se ausentan por largas horas de la casa, debido al trabajo; (ii) los hijos no están bajo la vigilancia de un adulto y las normas o límites establecidos en el hogar ( si es que los hay) son trasgredidos de manera constante por los adolescentes; (iii)los padres son negligentes, descuidados, existiendo una ausencia clara de autoridad en el hogar (iv) o por el contrario los padres son muy autoritarios, agresivos, violentos, donde es usual el castigo físico o maltrato psicológico. (v) Sumado a eso, está el deseo de los padres de darles a los hijos todo aquello que ellos no tuvieron, aunque este esfuerzo al final se vuelva contra ellos mismos. La compensación material prima muchas veces sobre lo afectivo, como una forma de suplir la ausencia.
En resumen, un conjunto de factores que nos invita a revisar las relaciones entre padres e hijos y a lo que sucede en el entorno de los hogares más pobres con la llegada de la tecnología. Quizás la tecnología es sólo el chivo expiatorio de algo más grande no resuelto al interior de la familia, de la desconexión de los padres con sus hijos y de la fragilidad de las relaciones entre ellos, además de poner en evidencia el cuidado integral en la crianza. En todo esto, los mismos jóvenes señalan la necesidad de que los límites sean establecidos por los padres.
Hay otros temas subyacentes que surgen a partir de las conversaciones con los padres sobre las relaciones que sus hijos establecen con extraños a través del internet; para empezar, la adolescencia les genera muchos temores, están desprovistos de información y a veces de experiencias personales positivas que los abra a conversar con sus hijos sobre temas centrales propios de esta etapa del desarrollo, como la sexualidad, el enamoramiento, el cuidado personal. Muchos padres reconocen estar repitiendo lo que aprendieron de sus padres y han tenido pocas (o ninguna) oportunidad de mirar con detenimiento cómo están criando a sus hijos y qué pueden estar necesitando tanto ellos como sus hijos.
En este contexto es imprescindible realizar un trabajo con las familias, donde los adolescentes tengan un papel importante. Si bien se trata de que los padres se hagan cargo de sus hijos, también corresponde que los adolescentes aprendan a responder sobre sus actos y las consecuencias de sus decisiones. En este sentido es necesario (i) Abrir espacios de conversación con los padres, para escuchar dudas e inquietudes y lograr aprendizajes desde sus experiencias (ii) Posibilitar momentos de encuentro y diálogo entre padres e hijos (iii) Visitar las familias focalizadas que se identifiquen como más vulnerables y cuyos hijos están en riesgo, para brindar soporte y orientación (iv) Organizar Talleres participativos de padres (v) Acercar la familia a la escuela, para encontrar puntos en común que los una para velar por la integridad de niños y adolescentes.
Además, a la escuela le corresponde asegurar un entorno seguro que favorezca una convivencia positiva, de lo contrario solo contribuye a profundizar conflictos personales y emocionales no resueltos. Asimismo, es necesario desarrollar el pensamiento crítico, la curiosidad, impulsar el arte en sus diferentes expresiones y sentar las bases para un proyecto de vida personal. Finalmente, nos invita a reflexionar como sociedad educadora y protectora de nuestros niños y adolescentes, por lo que planteamos coordinar con los gobiernos locales para que norme el uso de las cabinas a menores de edad y acceso a cierta información, videos y juegos que los exponga a la violencia y otras conductas de riesgo.
En algún momento se ha dicho que los jóvenes son el termómetro de la sociedad, analicemos entonces que nos está diciendo todo esto cómo país y qué debemos mirar con ojos distintos para encontrar más respuestas y mejores salidas.